Si hubiera habido aunque sea una sola vez que se era, el mundo rodaría hacia otra parte.
sábado, 15 de febrero de 2014
Un día después del día del amor
Era
el caso de dos ondas sinusoidales, provenientes del mismo barrio. Sergio
llamado él, 24 años, seguidor del Guadalajara y jugador de ajedrez;
Sofía, llamada ella, cinéfila y lectora, de 25 años once meses. Ambos,
por azar o mandato, en cuanto al corazón se trataba, eran de igual
pulsación ω. Al percatarse de ello, la vida les representaría como
y1=A1cos(wt-kx1+1) respecto de ella, y y2=A2cos(wt-kx2+2)
en lo que se refería a él. Por razones que sólo la vida sabe,
experimental a más no poder, intentando probar que el destino puede ser
manipulado, calculó que las diferencias entrambos, (ella preciosa, de
cuerpo deseable; él apenas promedio) indicaban que el desfase ∆φ en el
instante t era: ∆φ=(wt-kx2+φ2 ) comprobando que si las dos ondas tienen
la misma frecuencia y si las posiciones no cambian, el desfase queda
constante y por lo tanto, jamás ocurriría nada entre ellos. En cambio,
si las frecuencias no eran iguales, el desfase cambiaría con el tiempo,
abriendo una oportunidad en el universo. Ello afirmaba que si ∆φ es
positivo, la onda 2 (Sergio) estaría en avance con respecto a la onda 1
(Sofía); y si ∆φ es negativo, la onda 2 (Sergio otra vez) se quedaría
atrás con respecto a la onda 1 (Sofía inalcanzable). La vida entonces se
propuso hacer algo al respecto; pero a pesar de su entusiasmo, dada su
proverbial torpeza, equivocó los factores y el resultado fue un rotundo
∆φ negativo. Sergio y Sofía se encontraron pero nunca fueron nada. La
vida, aferrada a aprobar la asignatura, sigue intentando obtener, con
otros y otras, aunque sea una sola vez, un resultado positivo. Y
entonces, ¿habrá sido alguna vez alguien, verdaderamente, un resultado
afortunado?. Quien lo sea, o para el caso, lo haya sido, que lo diga.
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